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Manasés construyó altares para las estrellas del cielo en el atrio del templo del SEÑOR, sacrificó a su propio hijo y lo quemó en el valle de Ben Hinón. Practicó la magia, la adivinación y la hechicería. Consultó médium y brujos. Manasés hizo tantas cosas que desagradaban al SEÑOR que provocó su enojo.

Manasés puso en el templo de Dios una estatua de un ídolo que había hecho. Dios les había dicho a David y a su hijo Salomón acerca del templo: «He elegido a Jerusalén de entre Israel, pondré mi nombre en Jerusalén para siempre.

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